Como todas las ideas que levantan pasiones, el progresismo ha sido considerado por algunos como la única opción política plausible, y por otros como el origen de todos los males. Ambas apreciaciones maximalistas se basan en caricaturas primarias de un fenómeno que va más allá de la esfera política. Como se intenta mostrar en este texto, el progresismo constituye esencialmente una mentalidad, no una ideología en el sentido canónico del término. A diferencia de lo que sugieren las caracterizaciones tópicas, esa mentalidad no es un mero sinónimo de lo que hoy entendemos por ""izquierda"", sino algo más transversal que va desde un cierto liberalismo político hasta el marxismo. La única manera de comprender la naturaleza del progresismo es, por una parte, estudiar en profundidad la evolución histórica de la idea de progreso, y por otra, analizar los valores que se han ido asociando a esta.