Ventajas geográficas derivadas de un emplazamiento «de frontera» convirtieron desde los tiempos medievales a Leitariegos en lugar de paso obligado para el tránsito de personas y mercancías entre Asturias y Castilla. El ser el único puerto de montaña habitado todo el año le confirió ventajas competitivas para el comercio de cereales, salazones, vino, lienzos, ganado... Desde el siglo XI, los arrieros del Puerto se habían hecho imprescindibles para la monarquía asturiana y para los monasterios y mercaderes que se abastecían en los mercados castellanos. El reconocimiento del carácter estratégico del enclave se vio institucionalizado en 1346 por la concesión de privilegios fiscales a sus moradores. Los servicios prestados por las recuas de los Cosmen se documentan desde la aparición del frente colonizador medieval de aquellas tierras. Cuando en el siglo XIX los caminos de rueda sustituyeron a los de herradura, los Cosmen ampliaron la arriería con las diligencias e integraron las operaciones de comercio y distribución con el transporte de pasajeros. El know-how acumulado durante generaciones les permitiría desde 1912 afrontar con éxito la transición de la tracción de sangre a la mecánica: de las recuas y los carros a los camiones y autobuses. Fue el comienzo de una nueva historia de crecimiento e internacionalización que convertiría a aquella dinastía familiar en una de las multinacionales del transporte global más reputada, así como en pionera en la expansión hacia China de las empresas españolas.