El 95 por ciento de las empresas sufren a lo largo de su existencia, como mínimo, una crisis grave o una contingencia con efectos devastadores en la imagen pública, en la credibilidad y, sobre todo, en la cuenta de resultados. Pero lo peor no es eso. Tan sólo el 10 por ciento de las que padecen algún problema grave aprovechan esta circunstancia para corregir errores, sacar conclusiones positivas y, además, salir fortalecidas.
¿Estamos preparados para hacer frente a una crisis? La respuesta es no. Cada día los medios de comunicación nos informan de sucesos que hacen temblar los cimientos de empresas de todos los ámbitos y tamaños.
En la mayoría de los casos existe un denominador común: los directivos, los empresarios, viven el día a día convencidos de que ""eso a nosotros jamás nos ocurrirá"". Mayúsculo error, porque ""eso"" ocurre. Entonces, entre la desesperación y la impotencia, salta la gran cuestión: Y ahora ¿qué?
La clave está en la prevención, una palabra desconocida en el vocabulario de la inmensa mayoría de nuestros directivos, incapaces de reconocer que abordar la crisis tiene un coste personal, profesional y económico muy superior a prevenirla ""a tiempo"".