Los especialistas aseguran que en la Biblia podemos rastrear cuatro fuentes redactoras diferentes y que el proceso de su elaboración se prolongó durante varios siglos. ¿De dónde procedía exactamente el pueblo hebreo? ¿Cuánto debe la redacción de la Biblia a culturas mucho más antiguas y sabias como las mesopotámicas y la egipcia? ¿Cómo es posible que antes de Moisés, y después de él, el pueblo hebreo mantuviera prácticas paganas, tales como la prostitución sagrada, adivinación, magia y sacrificios humanos? ¿Por qué en la Biblia hay contradicciones tan increíbles como la que muestra a Dios creando dos veces al hombre y a la mujer o afirmando que hubo luz y tinieblas, cuando el Sol aparece versículos más tarde? ¿Qué sucedería si esas contradicciones nacieran de una mala interpretación por parte de los redactores bíblicos de tradiciones que copiaron de otros pueblos? En Egipto y en Mesopotamia encontramos huellas indelebles de mitos bíblicos, como la Creación, la aparición del primer hombre, el Diluvio Universal, el enfrentamiento de Caín y Abel, las plagas que Dios envió al país del Nilo y otros muchos episodios. ¿Copiaron los redactores bíblicos esas leyendas y las mostraron como propias? ¿Qué sucedería si el Dios de Moisés no fuese el de Abraham y el de Isaac, sino producto de una nueva religión nacida en Egipto? ¿Por qué el Templo de Salomón, sede por excelencia del culto a Yahvé, sigue siendo hoy en día el referente para los amantes de la heterodoxia y el esoterismo? Este libro trata de dar respuesta a estos interrogantes leyendo de otra manera la narración bíblica y caminando de la mano de especialistas que han explorado cuánto hay de paganismo en lo que la tradición ha querido presentar como la verdadera manifestación del único Dios posible.
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