«Baluchistán», «Beluchistán», «el Beluchistán», elijan ustedes, nohabía sido más que un eco lejano del Gran Juego entre rusos ybritánicos, poco más que una ilusión óptica en uno de esos mapasmilitares del siglo XIX pegados en tela. Es un topónimo rotundo,sonoro y, sobre todo, evocador, aunque el procesador de textos insiste en subrayarlo siempre en rojo. Un proverbio pastún dice que Dios noencontró páramo más inhóspito ni periferia más remota para arrojar los escombros de la creación. En cuanto a la ciencia, geólogosnorteamericanos lo catalogaron como «lo más parecido a Marte sobre latierra», de hecho, uno busca «Baluchistán» en ebay y casi todo sonpiedras: axinitas, brucitas, tremolitas, fluoritasà Pero también esoro, uranio, petróleo y gas, mucho gas, lo que se esconde bajo lassandalias de esta gente atrapada justo donde chocan las fronteras deIrán, Pakistán y Afganistán. Hay que hacer un pequeño esfuerzo paraentender todo esto: uno ha de dirigir su mente hacia Oriente y pensaren aquello como un naufragio del que nadie informó. Sobrevivieroncamelleros y taxistas, estudiantes, profesoras y pel