El urbanismo alternativo y hermenéutico, al que yo he dedicado igualmente años de esfuerzo, parte de presupuestos diferentes, ya que antepone las necesidades de las culturas y de sus lugares de desarrollo, es decir, las necesidades sociofísicas, a cualquier otra necesidad globalizadora y financiera que pretenda controlar todo sin dejar participar a sus usuarios, con un paternalismo neocolonial. Las consecuencias de esta decisión son amplias y profundas. Por una parte, los conocimientos de los habitantes del lugar y los de los expertos, financieras internacionales, poderes políticos regionales etc., no se consideran incompatibles sino inmersos en un complejo proceso hermenéutico y participativo que permite un escenario de diálogo interdisciplinar, intercultural e histórico-social. Más profundamente, esta decisión implica una refundación del urbanismo como disciplina capaz de involucrar el espacio como forma de conocimiento social y cultural, tanto en la educación como en las actuaciones profesionales que participan, finalmente, en la vida política de los grupos sociales que estén presentes.