Surgida al mismo tiempo que la filosofía, el arte de la memoria fue creada por el poeta Simónides de Ceos hacia el año 500 a. C. Desde entonces formó parte de la educación en las escuelas del mundo griego y romano. Mientras que el estudio de la filosofía proporcionaba los medios para manejar adecuadamente los conceptos, la mnemónica se proponía la función no menos importante de enseñar a utilizar las imágenes mentales (imagines agentes) y la carga emotiva adherida a ellas a fin de potenciar los procesos de rememoración, facilitar las operaciones intelectivas y contribuir a la plasmación de la personalidad. Tras su eclipse al final de la Edad Antigua, el arte de la memoria se abrirá camino, de la mano de la Escolástica, como parte de la virtud de la prudencia, y culminará su andadura en el Renacimiento con el impulso del hermetismo, el neoplatonismo y el lulismo. Caída en el olvido desde el siglo XVIII, la mnemónica se ha convertido en foco de atención gracias, en buena parte, a Frances A. Yates, que en este libro ha narrado, de forma luminosa, la historia de este arte singular. Por su originalidad se destacan los capítulos dedicados al arte de Raimundo Lulio, el Teatro de la Memoria de Giulio Camillo, los sistemas de Giordano Bruno y las relaciones de la mnemónica con la pintura y la arquitectura.