(Extracto del prólogo de Fernando Trueba) Sunset Boulevard marcó el final de la colaboración entre Billy Wilder y Charles Brackett, después de 12 años y 13 películas. El guión en cuestión era La octava mujer de Barba Azul y desde la primera sesión de trabajo Lubitsch, Brackett y Wilder se entendieron. El primer día Lubitsch lanzó la siguiente pregunta: «¿Cómo se conocen el chico y la chica?» Wilder no lo dudó: «En una tienda. Él quiere comprarse una chaqueta de pijama porque sólo duerme con la chaqueta. El vendedor le explica que es imposible, que debe comprar también el pantalón. Cuando está a punto de crearse un problema, aparece la chica que quiere comprar sólo un pantalón, porque es lo único que usa para dormir» Lubitsch, encantado, aceptó de inmediato la idea. Aunque meses después Brackett y él descubrieron que el propio Wilder sólo dormía con la chaqueta del pijama y que llevaba ya tiempo esperando poder usar la idea y que sólo esperaba encontrar el guión adecuado para utilizarla. La escena quedó perfecta una vez que Lubitsch la redondeó con su toque: en plena discusión, el empleado consulta el problema con el encargado, quien a su vez lo consulta con el director de la tienda quien, finalmente, despierta al anciano propietario de los almacenes. Éste, que sólo lleva puesta la chaqueta del pijama, argumenta que aquello va contra las normas del establecimiento e incluso tacha al excéntrico cliente (Gary Cooper) de comunista. Felizmente, la aparición de la chica (Claudette Colbert) que sólo desea comprar un pantalón de pijama resuelve el problema. Wilder opinaría años después que «Sunset Boulevard claramente no tiene un final feliz simplemente porque no había otro final posible. Era inevitable que Norma Desmond se volviese loca y la película estaba diseñada de esa manera. Por supuesto que en aquellos días cuando se dramatizaba el mal tus protagonistas tenían que pagar por sus equivocaciones. Pero, de todos modos, ningún otro final habría funcionado en la película, y el estudio no lo cuestionó en ningún momento. Es una gran exageración cuando se dice que hasta hace poco, las películas de Hollywood siempre tenían un final feliz.»