Se llama Rilke pero no es un poeta. Tiene cuarenta y pocos años, es entendido en arte y en muchas cosas más, y viste siempre de negro, con un aire levemente vampírico, de una elegancia muy contemporánea. Trabaja en la casa de subastas de Rose, su amiga y a veces su enemiga, que podría ser su novia si Rilke no fuera homosexual. Y un día lo llaman para tasar y vender el contenido de la última gran mansión de Glasgow, la casa de los McKindless. Una auténtica cueva de Alí Baba, rebosante de tesoros, y un espléndido negocio para la casa de subastas. Entre las joyas más ocultas, en un desván casi secreto, Rilke encuentra una espléndida biblioteca de primeras ediciones de libros prohibidos, pornografía mítica, netsukes eróticos que lustran escenas de sexo y muerte. Y en medio del arte, irrumpe lo real, una colección de fotografías de posguerra, la ilustración de las juergas del entonces joven dueño de la casa.