Norman Moonbloom es un perdedor, un pacífico inadaptado que, tras alargar sus años de universidad hasta la treintena, se ve obligado a aceptar el trabajo que le ofrece su hermano como administrador de unos apartamentos en Manhattan. Durante las visitas a los inquilinos, en las que tendrá que soportar sus indignadas quejas sobre el estado de las viviendas, conocerá una variopinta galería de personajes que son, en realidad, arquetipos del Nueva York de los cincuenta.
Poco a poco, Norman irá asomándose a las vidas de sus arrendatarios, descubriendo sus más íntimos deseos y penas. Su trato será el detonante de importantes cambios en la vida de Moonbloom quien, desoyendo las exigencias de rentabilidad de su hermano y las indicaciones del sentido común, se embarcará en un desesperado intento por mejorarles la vida.
Los inquilinos de Moonbloom compone con trazo enérgico, festivo y nostálgico, un imponente fresco sobre la Gran Manzana y el rigor de la vida urbana. Una gran muestra de la literatura americana de los sesenta, de un escritor llamado a figurar entre los grandes de su generación y al que sólo su temprana desaparición privó de un reconocimiento más amplio.