La caja tonta, el tubo catódico, la pequeña pantalla Cuatrogeneraciones de españoles se han sentado frente a ella desde que Arias Salgado soltó su discurso allá por 1956. Desde entonces, Hermida y la llegada a la Luna, Tejero pegando tiros en el Congreso de losDiputados o el Un, dos, tres llegando al setenta por cien de sharecuando solo había dos canales donde elegir.Desde entonces, la llegada de las cadenas privadas supuso elpistoletazo de salida de un pulso sin piedad, donde lacontraprogramación y la carnaza son pan de cada día en los estudios.Pero, ¿qué pasaría si el programa estrella de la temporada fuera unreality criminal donde la estrella indiscutible fuera un figurante que asegura ser un asesino ¿y si el público comenzara a sentir unaperversa simpatía por ese encantador hijo de perra
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