En la segunda mitad del siglo XVIII, la casa de Medinaceli ocupaba el tercer lugar entre los principales linajes nobiliarios en el País Valenciano. Sus dominios se extendían desde las comarcas septentrionales hasta las meridionales, del litoral al interior. Entre ellos, los dos más grandes eran el ducado de Segorbe y el marquesado de Denia, dos grandes estados formados a su vez por la incorporación de diversas baronías. Desde principios de la Edad Moderna, la mayoría de las casas nobiliarias valencianas, y con ellas sus posesiones, habían ido emparentando y fundiéndose con las grandes familias aristocráticas castellanas, como era el caso de los duques de Medinaceli, grandes de España, y la administración de sus dominios se hacia desde Madrid. Eso requería, sin embargo, un conocimiento preciso de los lugares, bienes y rentas que poseían, sus características, sus problemas, los ingresos que procuraban y qualquier otra información muy pormenorizada que aparece en estas visitas señoriales de 1765 y 1766, efectuadas respectivamente a la baronía de Eslida, en la sierra de Espadó, y al marquesado de Denia, editadas a cargo de Joan Romero y Antoni Grau, que también trazan una sugerente introducción a la historia de ambos señoríos y al contexto en el que se hicieron las dos visitas.