Un pequeño grupo, altamente ideologizado pero con intereses empresariales y geopolíticos muy concretos, consiguió el poder gracias a una serie de casualidades que se inician con los turbulentos procesos electorales que dieron la Presidencia a George W. Bush. El desastre del 11 de septiembre de 2001 les permitió llevar a la práctica algunos de sus planes concebidos con años de antelación. En esos planes estaba incluido el cambiar la arquitectura institucional del sistema mundial contemporáneo y sustituirla por un sistema unilateral en el que la hiperpotencia dominaría al resto del mundo sin tener que rendir cuentas ante nadie. En términos orwellianos, éste ha sido el Partido Interior y Bush su Hermano Mayor. Pero los conflictos de intereses entre ellos mismos e incluso sus diferencias ideológicas hacen que el futuro no esté del todo escrito y que todavía esta sociedad (este mundo) sea reversible. Su triunfo no es absoluto. Pero sí hay que reconocerles un triunfo y es el de haberle dado forma a la geocultura en términos hobbesiano-maquiavélicos. Los seis meses entre las masivas manifestaciones del 15 de febrero de 2003 y la bienvenida a la ocupación por parte del Consejo de Seguridad fueron unos meses decisivos que aquí se describen y analizan, con especial referencia a los problemas de la comunicación.