La antigüedad del cristianismo supone un enorme tesoro de experiencias y saberes, tanto teóricos como prácticos. Pero significa también que nuestra comprensión de la fe nos llega en un molde cultural que pertenece a un pasado que en gran parte ha quedado caduco. Para comprender la magnitud del problema, basta con pernsar que la gran mayoría de los conceptos intelectuales, representaciones imaginativas, directrices morales y prácticas rituales del criatianismo se forjaron en los primeros siglos de nuestra era, y que a lo sumo fueron parcialmente refundidos en la Edad Media.Un Dios para hoy apunta a la necesidad de repensar continuamente nuestras imágenes de Dios porque a cada tiempo le toca intentar responder lo más significativamente posible a sus precisas preguntas para poder resolver los desafíos del presente. El Vaticano II invitó a hacerlo mirando hacia el futuro, y el camino está en gran parte por hacer. El presente ""cuaderno"" asume la invitación y aborda, sobre todo, el cambio radical que el paradigma moderno impone en el modo de comprender las relaciones de Dios con el mundo.