¿Un ensayo modélico¿El subtítulo de este libro es ¿Algunas reflexiones sobre el concepto de lo moderno¿ y su prólogo comienza así: ¿Para el español de principios del siglo XXI que tiene una criada filipina y se va de compras a Nueva York o de vacaciones a Cuba, los sucesos de 1898 no pasan de ser un recuerdo lejano, cuando no una anécdota curiosa y hasta cierto punto impertinente. Como quien experimenta un repentino cambio de fortuna y sonríe incómodo cuando se encuentra a algún viejo conocido que le recuerda sus estrecheces de otros tiempos, los españoles nos avergonzamos de nuestro pasado o, peor aún, pretendemos ignorarlo. Las estadísticas nos informan que nuestra renta per cápita ha crecido vertiginosamente y que, si seguimos así, no tardaremos en homologarnos con nuestros vecinos franceses o alemanes. Por otro lado, las pateras rebosantes de africanos hundiéndose en el Estrecho nos proporcionan la insana satisfacción de sentirnos envidiados y apuntalan en nosotros el convencimiento de que el mundo está bien hecho, como diría Jorge Guillén en sus momentos de optimismo. Por lo menos el mundo europeo. El mundo al que pertenecemos. Nada más lógico que proyectar el presente sobre el pasado y pretender que las cosas han sido siempre así¿.
La revisión del pasado nacional alcanza a las más variadas disciplinas y se está llevando a cabo de manera metódica. Torrecilla cuestiona algunas de esas revisiones que pretenden demostrar ¿que, desde que España existe, hemos sido más europeos y más modernos que nadie. Europeos y modernos, por supuesto, en el sentido en que lo han definido otros¿.
El gigantesco palimpsesto que de esta manera estamos creando difícilmente podía dejar de afectar a la Generación del 98. ¿La gesticulación vociferante de algunos de sus miembros, el apasionamiento irracional, el autodesprecio dolorido, la afirmación defensiva y chulesca, y todo ello como consecuencia de una vergonzosa situación histórica que había puesto en evidencia la profunda crisis que desde hacía siglos vivía el país, representan punto por punto el envés de esta España satisfecha de sí misma que ahora pretendemos reivindicar¿.
Recordando estos hechos incómodos, y casi inoportunos para algunos españoles de hoy, aunque son de todos sabidos, el autor de este apasionante y controvertido ensayo no se propone negar las numerosas coincidencias que es posible documentar entre la situación española de finales del XIX y la del otro lado de los Pirineos. En nuestro país, al igual que en los más avanzados de Europa, existía sin duda una industrialización creciente y un aumento de los movimientos obreros y de los conflictos sociales, así como, a consecuencia de ello, según señala Torrecilla, ¿la añoranza de un pasado idílico perdido (totalmente imaginado, por supuesto) o el escapismo a realidades más atrasadas y primitivas¿. Todo esto es posible constatarlo en la España de aquel tiempo y nos permite de algún modo equipararla a países como Francia o Alemania. Pero conviene no olvidar asimismo que nuestro país sirvió frecuentemente en aquella época de punto de destino para muchos europeos cansados de la excesiva modernización de su entorno y que buscaban en el entorno peninsular una especie de paraíso perdido, elemental e intenso. Lo que demuestra que, por debajo de todas las coincidencias, sí existía una radical diferencia. España, en comparación con Inglaterra o Alemania o Francia, era un país deficientemente modernizado, atrasado, y este atraso era el que los españoles percibían como responsable de la atonía nacional. La modernidad existía en nuestro suelo, es cierto, pero no tanto como en los países vecinos, y la cuestión de grados, como saben muy bien los corredores de fondo (y utilizo de manera consciente esta convencional imagen del progreso), es a veces esencial. Tan esencial que sirve para trazar la línea entre centro y periferia. La duda que se plantea, entonces, es la siguiente: ¿pueden los escritores de una sociedad periférica escribir del mismo modo que los de una sociedad hegemónica?
Y de esta manera comienza la respuesta de Torrecilla, una respuesta que se extiende a todo lo largo de su libro: ¿Los autores de la Generación del 98 no escriben sólo con la pretensión de ser modernos, sino tambien con la conciencia íntima de ser españoles y con el convencimiento de que esa dimensión colectiva de su identidad les obliga a escribir de una determinada manera. Ambos rasgos se observan claramente en sus obras y ambos intentan armonizarse con diversas estrategias textuales: el problema es que ahora se contempla su españolismo (equivocadamente, creo) como la proyección de su obra sobre un nivel provinciano que les perjudica en sus merecidas aspiraciones universalistas¿.
CURRÍCULO DEL AUTORJesús Torrecilla nació en Villar del Pedroso, Cáceres, en 1954. Vive desde 1986 en Los Ángeles, donde se ha formado como escritor. En la actualidad es profesor de Literatura Española en UCLA. Su primera novela, Tornados, 1998, obtuvo el IV Premio Lengua de Trapo. Posteriormente ha publicado las novelas Guía de Los Ángeles, 2001, y En la red, 2004. Es autor, además, de los ensayos El tiempo y los márgenes (1996), La imitación colectiva (1996) y España exótica (2004).