Clemente, mi hermano padre, intentó encontrar la paz en Dios (y, tomándole la mano, lo santigua), pero acabó arrancando del Evangelio las parábolas contrarias a la riqueza. Dona, la respetable (agita sus brazos como saludanto), tantas veces contó billetes en la oscuridad que se le fue la vista (y pasa una mano frente a sus ojos) y, a cambio, dice ver las almas (deja sobre su cabeza la tapa de una cacerola y da sobre ella un golpecito). Toda una mujer... Y aquí, María, la dulce; dos bodas, dos tragedias (toma una servilleta bordada y la coloca contra su rostro), bella esposa ayer, triste viuda hoy; a la pobre sus maridos sólo le han dejado sus fortunas. Aquí tienes padre, tu descendencia. De mi prefiero callar de tanto hablar de ellos. Esta es mi noche; la noche que quiero. Esta es mi obra, la cena. Su última cena. Escúchales (y marchándose por la derecha da una plamada que activa a sus hermanos).