Los personajes de La ciudad de las acacias son jóvenes cuyas edades marcan el principio y el fin de la adolescencia. Viven en Braila, una ciudad de provincias rumana, y también la ciudad natal del propio autor. Sebastian logra recrear una atmósfera del mundo de la adolescencia como una constante epifanía y trazar el análisis de su psicología al desvelarnos las diferencias entre los sexos, que sigue como sutil observador, al tiempo que describe el medio y la mentalidad provincianos, a los que juzga de modo peyorativo. Las páginas en que se marca las etapas del desarrollo de Adriana, una joven de talento musical, son espléndidas: mediante un magistral retrato del carácter femenino, asistimos a la manifestación de la pubertad de la protagonista, hasta llegar a las vísperas de su boda. El progresivo descubrimiento del cuerpo de la mujer y el paso de un umbral a otro en la evolución del personaje quedan recogidos con una precisión sumamente poética y delicada, de resonancias proustianas, como raras veces se encuentra en la literatura.