Vida, muerte... continúa lo que parecería una peculiar carrera de relevos sin salida ni meta, donde el testigo -las ramas científicas que cobran alternativo protagonismo en nuestras páginas- discurre una y otra vez por las mismas manos en orden azaroso. Surge un entramado que adquiere con creciente nitidez perfil humano, humano inscrito en el espacio inorgánico, microscópico, compartido con todo tipo de criaturas y grupos de semejantes, que no cesa de moldearle con la misma persistencia con la que sufre sus intrusiones. Nuestro Viaje por la complejidad se adentra de este modo en el segundo volumen, escudriñando el arranque del pulso vital, dejándose llevar por las finas conexiones que conducen de un ecosistema a otro, estableciendo pequeños campamentos base en lugares emergentes que se antojan más activos (cadenas moleculares, órganos, organismos, simas telúricas...) y proporcionan nuevos enigmas en una anárquica y armónica sinfonía de tiempo. Particularidades de la biología o de la genética se confunden en un proceso que recuerda a una tela de araña, donde la conciencia de sí permite al sujeto el libre albedrío. Del vínculo al lenguaje, como plantea N. Caparrós. Del vínculo que inaugura la vida, al pensamiento que la reconoce y abre nuevas incógnitas en torno a ella...