Once cuentos de cuaderno y un enxeimplo popular es un libro de relatos que crece en la dicotomía entre lo actual y lo pasado, entre lo estrictamente contemporáneo y lo tradicional; incluso en sus formas literarias.
Los once relatos primeros del título van formando dos redes diferentes, un tejido de personajes y situaciones que participan, así, de dos ¿momentos¿ distintos, de dos tramas; es decir, son relatos diferentes, autónomos, pero su espíritu, su aliento, es el mismo: unidos forman, casi, dos novelas; las novelas de unas vidas que, en ocasiones, de tan anodinas, consiguen crear un misterio (¿El misterio de las vidas comunes¿, según dijera Pavese). El último texto, ese ¿Enxiemplo popular del jornalero y el garbanzo¿, hay que leerlo más que como una coda popular y algo extemporánea, como una declaración de principios: el autor ha decidido ¿fijar¿ sus textos en la tradición popular española; en esa tradición, diríamos -y la separación es muy tenue- más de cuentos que de relatos, o sea, de narraciones breves en las que siempre aparece algo, antes o después, que está cercano a lo que algunos críticos han llamado, ya en el presente, ¿moraleja renovada¿: una enseñanza que se desprende de las acciones (o no acciones, no actuaciones) de los personajes.
Aunque aquí y allá se vislumbren algunos ecos de la narrativa, en especial, anglosajona, es el cuento español, tanto el clásico -por referirnos al que llegaría hasta, convengamos, Medardo Fraile y la generación del 50: Aldecoa, etcétera- como el contemporáneo -hasta llegar al Millás de los ¿articuentos¿-, el verdadero ¿enxiemplo¿ de este libro. Pasado o presente, en ocasiones de manera bien diferenciada, alimentan ¿El Toro Trompicón¿ o ¿Canal de comunicación¿, dos buenos ejemplos de las dos vertientes que ofrece este libro, correspondientes, como señalábamos antes, a dos influjos temporales también de distinta época.