¿Existen en el ordenamiento jurídico municipal instrumentos que garanticen la participación real de los ciudadanos en los procedimientos de toma de decisiones de sus representantes municipales? Ésta es la propuesta que constituye la justificación de la monografía Ciudadanía participativa y administración municipal, a la que el autor contesta afirmativamente. Desgrana el amplio elenco de posibilidades de actuación, diferenciando entre las que se sitúan en el propio proceso de conformación de la voluntad administrativa y las que son de naturaleza reactiva, esto es, de oposición a las decisiones ya adoptadas, desarrollando el conjunto de derechos de los ciudadanos, instrumentos imprescindibles para la efectividad de ambas categorías de procedimientos participativos. La sistematización de estas vías de participación se realiza atendiendo a las áreas de actividad municipal: ordenanzas municipales, derecho de petición, gestión económico-presupuestaria, gestión urbanística y medioambiental, intervención en materia de bienes y servicios, actuaciones en el marco del procedimiento sancionador, la consulta popular, la iniciativa popular, participación en la finalización del procedimiento administrativo, recursos administrativos, exigencia de deudas vencidas y líquidas, reclamaciones en materia de responsabilidad patrimonial, reacción frente al silencio administrativo... En suma, un compendio de instrumentos de participación en la vida municipal bien estructurado y bajo una vertiente eminentemente práctica (prueba de ello son los más de 30 formularios que se acompañan) que huyendo de visiones circunscritas al ámbito puramente doctrinal, permite ofrecer al lector (político local, asociaciones vecinales, ciudadanos, estudiantes?) un motivo de reflexión y un medio de actuación ante su ayuntamiento, abandonando cierta pasividad que se trasluce en la actualidad, asumiendo el protagonismo que la propia norma le ofrece. Sirva esta obra, en consecuencia, para arengar no ya al poder político, que también, sino ante todo al ciudadano, y sirva como contribución para socavar la ilustre alocución orteguiana: «nada le gusta más al español que poder designar con nombre y apellidos al autor presunto de sus males».