Los atentados del 11 de marzo tuvieron una respuesta ciudadana en los espacios públicos que pone de manifiesto la necesidad de entender las prácticas rituales de la sociedad en la que vivimos. Las catástrofes, las masacres y los atentados terroristas se memorializan en espacios públicos utilizando un repertorio de actos de duelo que se han convertido en un patrón común en muchos países occidentales. Cuando una muerte es sentida de manera particularmente trágica por la sociedad, bien porque entre las víctimas haya gente anónima o bien porque se produzca la muerte de un personaje mediático muy popular, se ponen en marcha unos mecanismos de duelo en espacios públicos que llamaremos «memoriales desde las bases», siguiendo la propuesta de Margry y Sánchez-Carretero que utilizan el término grassroots memorials para hacer referencia a las muestras de duelo en espacios públicos después de muertes que son sentidas grupalmente como traumáticas (Margry y Sánchez-Carretero 2011). Desde hace varios siglos se tienen referencias de rituales de duelo en espacios públicos sin que estén sancionados por instituciones, sin embargo, el fenómeno que se dio en las estaciones de tren después de los atentados del 11 de marzo está vinculado a un patrón ritual difundido a través de los medios de comunicación que se ha consolidado en las dos últimas décadas del siglo XX. En este libro se presentan algunos de los resultados de la investigación del proyecto El Archivo del Duelo, que se puede localizar entre las muchas iniciativas que surgieron, como los propios altares, de la necesidad de hacer algo después de los atentados; una necesidad que se repite en las acciones sociales de diferentes tipos a las que dieron lugar los atentados.