El reinado de Alfonso XI es uno de los más relevantes del bajo Medievo castellano. Alfonso accedió al trono cuando apenas contaba con un año de edad, por lo que los primeros años de su reinado estuvieron presididos por las luchas de los aspirantes a la regencia (los infantes don Juan el de Tarifa, don Juan Manuel y don Pedro), en la que la reina doña María de Molina jugaría aún un papel principal. Superadas las convulsiones internas, y en el marco de la crisis generalizada del siglo xiv peninsular (luchas banderizas nobiliarias, hambrunas, peste negra...), el rey, hombre inteligente y sutil, centró todos sus esfuerzos en la consolidación del poder real frente a la nobleza y a las oligarquías urbanas. Tampoco descuidó la política exterior -principalmente con Portugal-, y dio un paso decisivo en la cuestión del Estrecho. Sus reformas en la administración castellana a nivel central, territorial y local, así como su celo por impartir justicia, le valieron el sobrenombre de el Justiciero.