La pujanza del Imperio Británico colocó a Londres en el centro del mundo durante la época victoriana, esos años que transcurren desde que la reina Victoria sube al trono, en 1837, hasta su muerte en 1901. Fue un tiempo de esplendor, de grandes transformaciones, y también de miseria para una buena parte de la población que no se vio beneficiada por los grandes capitales que acumulaba la ciudad. Los contrastes entre ricos y pobres eran escandalosos, y muchos escritores y artistas se afanaron en retratar el ambiente sórdido y depravado que se observaba fuera de los barrios nobles. También se ocuparon del magnífico progreso que experimentaba la metrópoli arrastrada por constantes innovaciones tecnológicas y de esas clases pudientes que supieron crear un entorno a su medida de bienestar y lujo. Es el Londres que nos muestran Dickens, Henry James, Edward Walford y tantos otros, así como los dibujos de Gustavé Doré, o los cuadros de Whistler, William Powell Frith o John Ritchie.