El 9 de noviembre de 1989 la población de Berlín Oriental derribó el Muro que separaba no sólo los dos sectores de la ciudad, sino también los dos bloques que dividieron al mundo durante la Guerra Fría. Entonces se impuso la idea de que Europa finalizaba una etapa de confrontación y división, y entraba en una nueva era de esperanza y unidad, concepto reforzado tras la desaparición de la URSS en 1991. Sin embargo, ese optimismo inicial dio paso a una progresiva degradación de la situación de seguridad, hasta culminar con la guerra entre Rusia y Georgia en verano de 2008. En ese momento pareció alcanzarse el punto más bajo en las relaciones entre Moscú y Occidente, pero ese enfrentamiento palidece cuando se compara con las tensiones actuales a cuenta de la crisis en Ucrania. El objetivo de este libro es el identificar las causas del carácter imperfecto e inacabado de la Arquitectura de Seguridad Europea, en la que la aplicación de patrones propios de la Guerra Fría perpetúa el enfrentamiento y la desconfianza, y dificulta la respuesta conjunta que los Estados y organizaciones de la región deberían dar a los riesgos y amenazas del mundo global.