Es posible que los muchos personajes de esta obra tengan más que ver con la historia que con la literatura. Es decir, que no se puede decir que sean personajes literarios a los que el sentido de una peripecia narrativa (como ocurre en las novelas y en las mitologías) logra redimir al fin al atribuirles un papel que los justifica ante el destino que trasciende sus vidas de carne y hueso. Todos ellos, sin embargo, soñaron muchas veces con esa gloria en plenitud y todos supieron de su fracaso. Así que el tiempo no es aquí, pese a esos anhelos infinitos, sino la red de historias mínimas, cuentos y relatos que en un pequeño lugar de una España que ya no existe, vivieron esas existencias puras y desnudas de paisanos y forasteros, ganapanes, fugitivos, hombres de palabra, gentes de oficio pegado a la tierra, muchachas fabuladoras, novios invencibles, visionarios del pasado y soñadores de la revolución. 'Lo que distingue a la novela de la narración -decía Walter Benjamin- es su dependencia esencial del libro'. El autor de este sabe muy bien que, al escribirlo, se ha alejado de aquellos que las vivieron o las contaron de viva voz. Su experiencia, pues, no puede ser la suya. Pero a cambio ha querido hacer con su memoria como un juicio de salvación de tantos seres y tantas cosas a los que no parece que se les vaya perdonar en los otros juicios, sea el de la naturaleza o el de la historia.