El sistema liberal, que se introduce desde el siglo XVIII, tiene uno de los puntos capitales en la propiedad de la tierra. El trabajo intenta demostrar que en España, como en la mayor parte de Europa, el proceso desamortizador fue una de las claves para ponerlo en marcha y consolidarlo, especialmente, en lo que se refiere al liberalismo económico. La desamortización afianzó, y a veces creó, un considerable número de propietarios agrícolas (también de dueños de inmuebles urbanos) de tipología muy diversa: tanto hacendados avecindados en pueblos y ciudades como cientos de miles de labradores (especialmente al norte del Tajo). El autor hace especial hincapié en los cambios sociales que la desamortización produjo a medio y largo plazo. Estas transformaciones, a veces lentas y difícilmente perceptibles por ser la acumulación de adquisiciones realizadas por varias generaciones a lo largo de un siglo y medio, no coinciden con los que han repetido hasta la saciedad los manuales o visiones generales, muy marcados aún por la publicística del siglo pasado.