Al finalizar el siglo VIII Al-Andalus había roto los lazos políticos, pero no los culturales, con Bagdad. Los emires omeyas de Córdoba permitían viajar a La Meca. Los peregrinos compraban y traían libros y enseñaban lo aprendido, de tal forma que la corriente cultural entre Oriente y Occidente era fluida. A finales del siglo IX la culturalización arabigoislámica de Al-Andalus es un hecho. Aunque la mayor parte de la literatura andalusí está escrita en árabe clásico, se forma también un dialecto, el hispano-árabe, en el que se escribieron jarchas, zéjeles y refranes. Los soberanos ejercían un mecenazgo sobre los literatos, y las clases elevadas organizaban tertulias en las que se recitaban poemas, se discutía de temas literarios y se escuchaba música y canciones. Es posible que la literatura hispano-árabe llegara al mundo de los trovadores a través de la música. La autora, en un magnífico trabajo, acerca al lector a esta literatura que produjo numerosas obras de gran belleza.