¿Creéis que esto proviene de mí? , replicó Isabel la Católica a las quejas de los dignatarios judíos, después de comunicarles la orden de expulsión de su querida Sefarad, en marzo del año 1492.
Más de quinientos años después, Juan Centeno, un investigador privado, recibe la llamada de la joven María Blasco rogándole que viaje a Santo Domingo de la Calzada para investigar la desaparición de su jefe, Lorenzo López de Haro, un historiador especializado en la Baja Edad Media.
Lorenzo había recibido el encargo del arzobispo de Toledo poco después del fallecimiento de monseñor Lustiger, cardenal arzobispo de París de estudiar la «Positio Histórica» del proceso de beatificación de la reina Isabel y encontrar pruebas y evidencias para acelerarlo.
Algunas personas, Lustiger era una de ellas, opinaban que la implantación en sus reinos de la Nueva Inquisición y el Decreto de Expulsión de los judíos fueron actos brutales contrarios a los mandamientos de la Iglesia y, en consecuencia, se oponían al citado proceso.
Juan va a Santo Domingo de la Calzada , y en Tricio, un pueblo cercano al anterior, descubre el cadáver de Lorenzo oculto en un sepulcro de piedra con una nota entre sus manos que le facilita las primeras pistas para comenzar sus pesquisas.
A partir de ese momento Juan Centeno se involucra en una trama conspirativa urdida por una secta conocida como la Orden de la Paloma, fundada en 1379 por Juan I, el hijo y heredero de Enrique II el primer rey de la dinastía bastarda de los Trastámara , y relacionada con las profecías de Nostradamus, el cáliz de la Última Cena y el collar de la Paloma, la pieza clave para agilizar el proceso de beatificación de la reina Isabel la Católica.