Desde comienzos de la modernidad absolutista hasta los totalitarismos del siglo veinte, no han faltado los filósofos, juristas o políticos dispuestos a argumentar en favor de monarquías absolutas y dictaduras soberanas. Con su plasmación, entre otros casos, en el absolutismo monárquico moderno, la dictadura puritana de Cromwell o los estados totales del nazismo y el estalinismo, tales publicistas siempre han pensado que la omnipotencia política podría evitar el peor de los males: el apocalipsis moderno de la guerra civil o de la revolución. Mas para alcanzar tal poder, que hasta entonces sólo había estado en posesión de los tiranos, el nuevo representante absoluto debía parecerse al dios de la potentia absoluta, al eterno monarca del universo cuyos decretos inexorables no se imponen porque sean justos y racionales, sino porque proceden de una voluntad y un poder ilimitados e incontestables. El dios de los tiranos, sirviéndose en gran medida de los conceptos de la teología política elaborada por Carl Schmitt, se adentra en los fundamentos teóricos y conceptuales del absolutismo, la contrarrevolución y el totalitarismo. El representante soberano del nuevo Estado surgido tras las guerras civiles religiosas, el dictador que contiene el diluvio revolucionario, el derecho público europeo que triunfa entre Leviatanes movidos exclusivamente por sus egoístas intereses o la emergencia del Estado total administrativo, son parte de la casuística del poder absoluto moderno que traza este libro.