Bajo el frío y distante aspecto de la Justicia late el corazón de los profesionales que la hacen posibles. Con sus aciertos, sus errores, sus manías, sus debilidades y sus grandezas, nuestro aparato judicial bien merece que lo sentemos en el diván de estas líneas, para diagnosticar sus dolencias y prescribir su tratamiento. Y para escudriñar su sofrología, nadie más adecuado que un experimentado abogado, con muchos lustros de trabajo en el derecho, tanto como abogado del estado, primero, como desde su bufete propio, después. Su sapiencia nos permitirá comprender mejor por qué las cosas son como son en esa compleja y fascinante casa de la justicia. Y, también, le ayudará a desenvolverse mejor en la inextricable jungla de las pasiones que bajo ella conviven. La matrona de la Justicia lleva muchos siglos de aburrimiento sentada en el frontispicio de los Palacios de Justicia. A estas alturas, se merece que le den un paseo por el campo del humor, para que respire aires que la desintoxiquen de la seriedad excesiva que exhalan las togas y las puñetas.