Rigo no utiliza estúpidos academicismos ni palabras rebuscadas (lugares comunes en la poesía actual). Un cerezo en flor muestra su hermosura sin petulancia, así, si el camino más corto entre dos puntos es la línea recta, el camino más corto entre dos palabras es la verdad y la única verdad que se puede defender es la del sentimiento, lo demás es paja y conjetura. Antonio Rigo es una selva que crece ganando metros a la ciudad. Un druida que conoce la rosa enferma que vive en el interior de la luz: "Es la hora del adiós a las ciudades. Es la hora del adiós a los números y a la aritmética absurda de las culpabilidades. Es la hora de amar la soledad. Es la hora -yo soy mío- del bosque encendido" Se despide y... mete la mano en la tierra y nota los dientes del sol... esté donde esté siempre el amor o la soledad, siempre el bosque, siempre la luna, siempre el mar: comunión con la naturaleza.