"El vínculo que la poesía crea entre los seres humanos"" -escribió Hölderlim- ""no es el de un juego; cuando es verdadera y eficaz, los une en efecto a través de sus múltiples gozos y sufrimientos, sus deseos, sus esperanzas y temores, a través de sus ideas, sus defectos y cualidades, y por medio de todo lo que constituye sus grandezas y sus flaquezas, vínculo que se aprieta hasta devenir un todo vivo y profundo con mil articulaciones; eso es lo que debe ser la poesía; a tal causa, tal efecto."" Ese plexo poético que evoca Hölderlin, esa totalidad prieta, viva y profunda con mil articulaciones, es una idea de la comunidad humana -o más bien de la comunidad de los vivientes, porque ¿alguien puede dudar que esos vínculos conectan también lo humano con lo no humano?- tan exigente que no podríamos condenar a quien no la anticipase como resultado posible de la dialéctica social y los conflictos históricos. Y sin embargo, la poesía la sitúa ahí, entre nosotros, y afirma que desde siempre ha estado ya en diálogo con el devenir histórico del ser humano, y que ese diálogo no debe cesar, ahora menos que nunca. Ahí, no, entre: tres palabritas básica. Casi todo lo que intento formular está contenido en estas cuatro sílabas.