Cuenta el prestigioso periodista israelí Gabriel Stern que, mientras patrullaba en un hospital abandonado en el Jerusalén de 1948, se encontró cara a cara con un hombre armado y Stern, aterrado, disparó de inmediato... con lo que destrozó el espejo donde se había visto reflejado: se había anticipado a disparar contra el presunto enemigo que su miedo había construido. En la paz sin excusa, josé maría ridao reflexiona con brillantez acerca de los procesos de construcción del enemigo y, por analogía, de la frontera. Porque, precisamente a partir de esas construcciones, se definen los límites geográficos, nacionales, religiosos o raciales y se desencadenan y justifican la violencia y la guerra.
Frente a estos discursos que pretenden legitimar el uso de la violencia y de la fuerza, ridao reivindica la figura y el pensamiento de Erasmo de Rotterdam, cuyo ideario permite mostrar la diferencia decisiva que existe entre adoptar la paz o adoptar la seguridad como objetivo político, y analiza lo que implicaría proponer la tolerancia como elemento de cohesión de la sociedad.