El idilio familiar, contado con tanta ternura por Jean Paul, asume dimensiones cósmicas y la épica doméstica ¿el amor conyugal, los trabajos domésticos, una jornada feliz, la cuna y el ataúd- se trasplanta y se entreteje en la trama del infinito. Al escuchar el tiempo que cae, el biógrafo Maria Wuz siente ¿la nada de nuestra existencia¿ y jura ¿despreciar, merecer y disfrutar una vida tan insignificante¿. El río de la vida fluye por nuestras venas, como por las del maestrillo Maria Wuz, y a cada latido deposita en nosotros, como en él, una gota del limo del tiempo que un día subirá al corazón hasta cubrirnos, pero ahora el torrente no nos arrastra, sino que nos acuna. Sólo el humor puede curar esta angustia de la escisión, porque da una nueva dimensión y resquebraja lo finito pero con bondadosa y cómplice simpatía, abriéndola a ese infinito que lo trasciende pero que le confiere un significado universal.
Claudio Magris.
Johann Paul Friedrich Richter ¿Jean Paul- (1763-1825), hijo de un pastor protestante, estudió Teología en Leipzig. Tomó su seudónimo en honor a Jean Jacques Rousseau, una vez que decidió emprender el camino de las Letras. A partir de entonces su obra es extensa, de un estilo particular, digresivo, lejos del clasicismo y del Romanticismo por llegar, aunque su influencia en éstos es innegable. Hoffmann, Hesse, Grass, Mann, incluso el compositor Schumann, entre tantos, reconocen su deuda con la obra de Jean Paul, con su particular humor y sentido de la ironía y de la existencia, entre la realidad y la ilusión onírica. La edad del Pavo, Titán, Hésperus, algunas de sus novelas, o Introducción a la estética o Alba de nihilismo reflejan el amplio marco de sus conocimientos y su implicación, a pesar de todo, en la escindida realidad.