Los recursos de la naturaleza son finitos, especialmente las energías no renovables, lo que no parecen tener en cuenta muchos de los responsables políticos y empresariales, así como muchos ciudadanos. El autor se pregunta si será posible mantener el sistema de desarrollo industrial iniciado hace unos 200 años con la explotación del carbón y, más tarde, del petróleo, del gas natural y del uranio. El análisis de este libro se basa en datos de las grandes agencias de la energía (la EIA, Energy Information Administration, del gobierno de los Estados Unidos, y la IEA-AIE, Agencia Internacional de la Energía, de la OCDE), así como en otras fuentes estadísticas reconocidas a nivel internacional, convenientemente contrastadas y reelaboradas. Los resultados contradicen muchas de las argumentaciones oficiales. Muestran que la crisis energética será profunda y se manifestará ya en la presente década: los recursos no se acabarán inmediatamente, pero la escasez de la oferta ante el aumento de la demanda cuestionará el paradigma del crecimiento continuo. Se sugiere que la crisis financiera ha sido su preludio. La reducción energética comenzará por el petróleo, lo que comportará la crisis del transporte, el freno a las producciones globalizadas y, en última instancia, la crisis alimentaria (¡también en los países desarrollados!). El cambio climático (según los datos, imparable) pondrá dificultades añadidas a les necesarias readaptaciones. ¿Qué papel podría jugar Europa en el futuro con sus recursos energéticos ya agotados?