El autor es un compulsivo donante. En su locura puede convertirse él mismo en objeto de donación. Sus recurrentes regalos le superan, porque selecciona el papel que a cada destinatario desea corresponderle. Por eso el autor nombra, clasifica irreverentemente a sus lectores. Envolver un regalo es permitir que el receptor anticipe el mensaje, es igual bajo qué forma se objetive. Para que importe más el acontecimiento que el registro. Leer un texto (es también igual bajo qué forma literaria, pictórica, musical o arquitectónica se difunda) es dejarse sorprender por esa herramienta, siempre nueva y moldeable, que nos ayude a explicar el mundo de otra manera. Para que cambien los discursos sobre el mundo o para que cambien los que hablan como todo el mundo habla y se comportan como todo el mundo se comporta. Porque nos consideramos autores-lectores irreverentes no son sólo obscenos nuestros actos... También lo son estos pasajes y relatos