Tradicionalmente se ha prestado poco interés a esas figuras que, a veces, aparecen en las imágenes de monumentos o de museos. Tendemos a percibirlos como observadores circunstanciales -y, por lo tanto, prescindibles- de un motivo mucho más importante que es la obra de arte. Sin embargo, ellos hacen que ésta termine por ser lo que es, pues la idea de creación artística implica la idea de mirar, de despertar curiosidad y de experimentar placer. Son testigos de un comportamiento que rescata el objeto de la historia para insertarlo en el tiempo. Este libro analiza el protagonismo que tienen los eventuales observadores en las imágenes artísticas, al ser reproducidas en distintos soportes, y la conversión de la mirada en un tema de representación. Escrito en forma de ensayo, constituye, en el fondo, una advertencia sobre la propia forma de mirar de cada uno y un reconocimiento a las miradas de los demás.