Hasta mediados del siglo XIX no tuvo lugar la institucionalización de las investigaciones geológicas en España. Fue con la creación en 1849 de una comisión para la formación del mapa geológico de la provincia de Madrid, cuyos trabajos debían culminar en la construcción del mapa geológico nacional. A pesar de su nombre, no sólo debía encargarse de la cartografía geológica, sino que tuvo también entre sus objetivos el levantamiento del mapa geográfico y los catálogos de los recursos botánicos y faunísticos. Tras la desaparición de la Comisión en 1859 estos objetivos se perdieron, y los trabajos del mapa geológico continuaron en la Junta General de Estadística. El proyecto volvió a recuperarse en 1870, con la creación de una nueva organización, la Comisión del Mapa Geológico de España (reestructurada nuevamente en 1873), que vio cumplidos sus objetivos en 1889 con la edición del primer mapa geológico nacional. El cambio de paradigma producido por la pérdida de las colonias y la necesidad de conocer nuevas fuentes de riqueza y de aprovechamiento de los recursos del subsuelo, fue el motivo por el que a comienzos del siglo XX se introdujeran innovaciones en los fines de la Comisión, lo que propició su remodelación en 1910. A consecuencia de ello, la institución se modernizó y dio paso al nuevo Instituto Geológico de España, que en enero de 1927 tomaría carta de naturaleza como Instituto Geológico y Minero de España.