A lo largo de las últimas décadas, la estructura de las fuerzas de reserva ha cambiado en todo el mundo: la relación entre reservistas y fuerzas permanentes, las responsabilidades que se les asigna, la manera en que se forman, cómo se equipan y emplean, etc. Tras el fin de la Guerra Fría, los reservistas no constituyen ya fuerzas suplementarias para intervenir en una guerra convencional donde se busca una superioridad numérica que colapse al enemigo. Ahora se trata de que aporten capacidades complementarias a las ya existentes en el seno de las fuerzas regulares, habida cuenta que, tras la guerra del Golfo de 1991 y las campañas de Bosnia y Kosovo, contar con la superioridad tecnológica es más deseable que hacerlo con la numérica. No obstante lo anterior, los escenarios bélicos de Irak y Afganistán han demostrado que la supremacía tecnológica no resulta suficiente para vencer en conflictos asimétricos, reclamando nuevas formas de hacer la guerra. Una de estas innovaciones es el concepto desarrollado por la Alianza Atlántica denominado Comprehensive Approach. En esta estrategia, la formación y experiencia civiles de los reservistas pueden ser de gran ayuda.