Este libro nace desde una mirada nueva hacia un enclave histórico dela ciudad
de Valencia: el Convento Franciscano de Santa María de Jesús, unamirada
que intenta darle el valor que merece desde el análisis de suriqueza
histórica, espiritual, patrimonial y artística.
Creado en 1428 por voluntad de la reina María de Castilla, esposa deAlfons
el Magnànim, el convento fue habitado durante cuatrocientos diez añospor
monjes franciscanos observantes muy cercanos al poder real de laCorona de
Aragón, lo que da cuenta de su importancia. Las dependencias delconvento
y su espacioso huerto cercado abarcaron treinta mil metros cuadradosde la
fértil huerta de Patraix, y existen datos que hacen pensar que en suconstrucción
gótica intervino Francesc Baldomar, el mejor arquitecto del siglode
oro valenciano y preferido del rey Alfonso. De entre los monjes que lo habitaron
destaca la fi gura del místico valenciano del siglo XVI PedroNicolás
Factor Estaña, extraordinario pintor que dejó sus obras en las paredes de su
convento, en los cuadros que pintó para él y en los miniados de loslibros del
coro, hoy todo desaparecido.
En 1784 la Orden Franciscana decidió hacer una profunda remodelaciónde su
iglesia conventual y del claustro mayor, en la que participaron losmejores creadores
de arte de la época, algunas de cuyas obras, afortunadamente, se hanconservado
en la iglesia, destacando la cúpula pintada por Vicente LópezPortaña.
En 1838 el convento es desamortizado y vendido en la dinámica política que
Francisco Tomás y Valiente identifi cará como «la gran farsadesamortizadora
». Y aquí comienza su expolio y su decadencia, que todavía no haterminado.
Porque entre 1842 y 1866 Santa María de Jesús se transformará enuna
fábrica de hilaturas de seda. En 1866 lo compra la Diputación deValencia,
que un año después instalará allí el Manicomio Provincial, situaciónque durará
hasta 1989 y que es por lo que es recordado en el imaginariocolectivo.
No obstante, sobrevivirá un espacio privilegiado, dos claustrosmenores que
siguen intactos como esgrimiendo la dignidad de lo que fueron y quehasta
el año 2010 albergaron los servicios de salud mental infantil de ladiputación.
Desde entonces están abandonados.
Este relato pretende también reivindicar la recuperación de esos dosclaustros menores. Porque el olvido es la gran baza de la destrucción, y solo recuperando
su memoria podremos apreciarlos y conservarlos.