¡Qué aburrida sería la vida si tuviéramos que sufrir monótonos cielos despejados día tras día! Según mantiene este insólito libro, primera publicación oficial de la Sociedad de Apreciación de las Nubes, dedicar unos minutos cada día a observar las nubes puede convertirse en una gran fuente de placer. En palabras del autor, «nada en la naturaleza puede competir con la variedad y el dramatismo de las nubes; nada está a la altura de su belleza sublime y efímera». Sus ideas principales se articulan en un breve y genial manifiesto: creemos que las nubes tienen, injustamente, mala reputación, y la vida sería incomparablemente más pobre sin ellas. Por ello, lucharemos contra la obligada preferencia por los cielos azules. La Guía del observador de nubes combina curiosidades, anécdotas y datos científicos, así como pinceladas sobre la relación de las nubes con la literatura, la iconografía religiosa o la mitología. No es un tratado meteorológico, aunque contiene información abundante, pues conocer las razones científicas de algo nos ayuda a disfrutarlo. En último término, esta guía supone la apasionada celebración de un pasatiempo despreocupado pero intensamente vital.