Los microcuentos que ahora ven la luz por vez primera en español, los escribe en tres colecciones de relatos entre 1995 y 2002, tituladas: "Cuentos de Claudio para pequeños y mayores", "Nuevos cuentos de Claudio para pequeños y mayores", "Últimos cuentos de Claudio". Otras colecciones de relatos las escribe en co-autoría con Dušan Taragel: se trata de La espada y el cuchillo. Además de innovar el género literario del cuento tradicional eslovaco, el autor contribuye de una manera decisiva a la posmodernidad con novelas distintas: Mladý Dônc (1993), El fuego vivo del vino (2006). Como obra curiosa, citamos sus Recetas del archivo familiar, donde rescata su ancestro culinario en forma novelada. Simbiótico e imprescindible, rural y urbano, hoy día escribe porque ya no sabe vivir de otra manera. El verbo cierto, al que nada sobra ni falta, como espejismo e ilusión, se combina con una retórica emocional muy propia, que asoma al personaje de los mini-relatos Nuevos Estropicuentos: Claudio-Vlado, un rey destronado, un emperador con trasunto en muchos presidentes de gobiernos modernos. El humor... Reírse como desde el interior de una taberna donde crecen los mejores amigos. Faltar a clase para dedicarse a leer, émulo de los mejores haikus zen, donde Basho ansiaba convertirse en el zar de una isla desierta... No podemos sostener que Pistanek sea el alter ego de Claudio, pero sí notamos los guiños de autor en una escena sobria, donde la jácara brevísima, a la sazón y en ocasiones casi una sentencia, se entreteje como consejo sempiterno de un gobernante a toda su cohorte de sirvientes, bufones, bobos, pilotos. Un palacio de la Moncloa transplantado a la Eslovaquia de nuestros días, una velada sátira política, donde todos los mandamases de todos los tiempos podrían verse aludidos. O no. O tan sólo filosofías de penetración intemporal, como prefiere insinuar el escritor.