El proyecto de arquitectura es -junto con el montor en bicicleta y algunas funciones básicas de los seres orgánicos- una de las pocas competencias del ser humano que, al parecer, no es necesario aprender. A juzgar por cómo suele plantearse su enseñanza, se llega a la conclusión de que se aprende a proyectar directamente con la práctica. Un programa, un solar y los consejos de un profesor se consideran suficientes para adiestrarse en la concepción de la arquitectura. Probablemente, la identificación de la modernidad con la invención favoreció una patología tan extendida: así, se fue poblando la tierra de aprendices de geniecillos incultos e incompetentes, mito del que hace décadas se están cosechando los frutos. Este ensayo se limita a proponer un modo alternativo de aprender a proyectar, basado en la (re)construcción de edificios ejemplares. En definitiva, no propone más que recuperar lo que había sido habitual en la enseñanza de las artes durante siglos. Se trata, en fin, de una argumentación del planteamiento, una selección de edificios para la ETSAB -otras escuelas deberían elaborarse su elenco- y una sistemática de desarrollo de los trabajos.