La idea más extendida de la arquitectura moderna la considera una mera faceta de un fenómeno más general, denominado Movimiento Moderno, que vendría a ser un estado de entusiasmo provocado por la culminación de la Revolución Industrial en lo que se dio en llamar ""la edad de la máquina"". Las obras de arquitectura moderna serían, desde esa perspectiva, transparentes a la función y a la forma, de modo que los arquitectos actuarían como comadronas que asistirían al parto, por si se presentasen complicaciones, pero sin incidir en el resultado del mismo. La observación atenta de las obras de la arquitectura moderna desmiente rotundamente dicha interpretación, pero la deriva conceptual que pronto adquirió la crítica eclipsó la mirada, tomando ""la idea"" como estímulo y, a la vez, como criterio de legalidad de la obra. El presente ensayo propone entender la arquitectura moderna como un formalismo -es decir, un empeño en construir la forma de los edificios con criterios de orden consistente-, igual como el clasicismo se basa, asimismo, en un empeño formalizador. A partir de la estética de Kant, el autor recorre las teorías formalistas del arte que a lo largo del siglo XIX defendieron la consideración visual del arte, frente a las doctrinas que lo entendieron como la ""expresión de una idea"". El recorrido por las vanguardias constructivas del arte, elaboradas a principios del siglo XX, desemboca en una revisión de las principales doctrinas arquitectónicas de la segunda mitad de siglo, que culmina en una consideración sobre la arquitectura contemporánea.