Las familias sienten a veces una lejanía de la Iglesia cuando muestran sus problemas: muchos sacerdotes no saben qué hacer ante ellos; las mismas actividades eclesiales que se les ofrecen tantas veces no están concebidas para la familia, sino para personas individuales. Por otro lado, el esfuerzo enorme por la pastoral juvenil (tantas veces de «tiempo libre», pero no de «enseñar a vivir») que se ha hecho estos años, después del Concilio, no ha conducido en ningún momento a un desarrollo de la pastoral familiar... Una pastoral entendida como un conjunto planificado de acciones particulares en vista de resultados estratégicos ha conducido a esta marginación real, a pesar de que se digan muchas cosas sobre la importancia de la familia. No se sabe qué hacer con la familia en las actividades comunes y en los planes pastorales. Se la reconoce como una institución muy importante para la sociedad y para la Iglesia, pero la fuerza de este discurso teórico no se traduce en una realidad pastoral activa. En este libro se ofrecen algunas claves para responder a estos problemas, reorientando y vivificando la pastoral familiar.