Desde el bebé, desde la observación de bebés y desde un largo recorrido clínico y terapéutico, el autor extiende en esta obra un puente entre la experiencia vital primitiva y algunos pensadores. Se construye un camino filosófico y analítico, amparado por la certeza de la evocación primigenia y nueva del bebé y la observación psicoanalítica, se pretende dar consistencia al pensamiento y a la investigación sobre la mente humana. El bebé, como ser pensante, con capacidad de inicio, y como germen para lo nuevo e inédito, es al tiempo una metáfora vivificante, capaz de establecer, desde su fragilidad, puentes de sentido con los pensadores. El autor llama la atención sobre la infancia y señala el coraje y originalidad poética de la misma para afrontar la desorientación de nuestro tiempo actual, pero al tiempo advierte la necesidad de tener la mente clara y percibir que el bebé es un fuego, que puede calentar o bien quemar y destruir la casa a la que llega.