«Esta es la historia de un niño. Pero es la historia de muchos niños también. Puede ser el cuento sobre el niño que un día fui y ya no quise ser más y el cuento de tantos niños que veo tristes porque se imaginan -o les han hecho creer- que su apariencia no es la mejor. En verdad, lo exterior no debe ser lo más importante para las personas. ¿Qué puede afectar a los demás si llevamos pelo corto o largo, si vestimos de tal o cual forma, si somos morenos o rubios, si tenemos una edad u otra? Lo verdaderamente importante, como ha escrito la autora María Gripe, es asomarse al exterior y seguir siendo uno mismo. Cuando se consigue ser uno mismo, cuando se va por la vida regando a diario su propio sueño, cuando no se vacila en cruzar los puentes que de este sueño nos apartan, se estará haciéndolo posible y también se logra que el mundo cambie, aunque sólo sea un poquito. Entonces sugiérele al niño que sea él mismo y que sea como ha soñado. No siempre conviene escuchar a esas personas que nada más buscan los defectos sin reconocer las virtudes. Ayúdale a comprender, como el Sergio de este cuento, que la vida es un camino lleno de puertas, que unas se abren, pero otras las debe abrir uno mismo y, a veces, cuesta mucho hallar las llaves de ciertas puertas, sobre todo las más lejanas y deseadas. Pero si se busca bien, se pueden encontrar esas llaves. ¿Dónde? Pues precisamente adentro de nosotros mismos, en nuestro corazón». Enrique Pérez Díaz