Cada día se escribe más. Gracias a internet, dedicamos más tiempo a mensajes, correos e informes. El objetivo principal de todo texto es que otra persona lo lea y lo entienda. Hay que ser claros. Cuando escribimos, la claridad se da por obvia. No lo es. Escribir claro no es tan fácil como parece. La simplicidad requiere esfuerzo y práctica. Este libro ofrece un decálogo en diez capítulos para que nuestra comunicación sea más fluida. Los dos más importantes son ""El lector manda"" y ""Si una palabra parece innecesaria, seguro que lo es"". Quien se dedique a escribir o deba hacerlo a menudo, tendrá más interés en saber cómo escribir claro. Pero siempre es bueno cansará. Si las frases son largas y retorcidas o el vocabulario para todos evitar confusiones, ser conscientes de lo que escribimos, los recursos que tenemos a mano y el público al que nos dirigimos. La claridad no es siempre lo mismo que la calidad. Hay novelistas oscuros y nadie duda de su mérito. Ocurre algo parecido con los pintores abstractos. En estos casos, suele decirse que dominaron primero la técnica y luego buscaron otras vías de expresión. La claridad es el dominio de esa técnica básica en la escritura. Es el fundamento de nuestra voz. Una vez se domine, el estilo puede crecer hacia donde sea. Para empezar, ya es mucho ser claros.