Una nación rota que se había cohesionado en torno a un socialismoautogestionario, de carácter multiétnico, durante la Guerra Fría entorno a un líder carismático, Tito, que había dotado al país de unsistema de autodefensa capaz de movilizar a dos millones decombatientes en un mes en un territorio salpicado de depósitos demunición en cualquier buhardilla o almacén y pequeños caudillos debarrio o pueblo que imposibilitaban que los acuerdos adoptados en elnivel político se pudiesen implementar sobre el terreno. A esteescenario, llegaremos los españoles a Bosnia y Herzegovina en cuyoespacio se repartían casi en terceras partes una población de mayorías Serbias, Croatas y Musulmanas que convivían con minorías las otrasdos. Una convivencia que había sido posible durante el régimen de Tito pero que con diferencias históricas ancestrales y religionesdiferentes tan sólo era necesario dejar que los extremismos y losradicalismos y toda clase de -ismos creasen el caldo de cultivo parauna dura guerra civil que estalló en dos fases, una primera en 1991entre Serbios contra Croatas y Bosnios, y en una segunda,