Pocas vidas reclaman como la de Urbano Lugrís un acercamiento a su obra y leyenda. La vida y creación de Lugrís parecen producto de una fabulación. Al universo submarino de sus cuadros, a la recreación pormenorizada del mundo del mar en sus dibujos y pinturas se añade la importante aportación literaria, rubricada en gran parte bajo el seudónimo de Ulyses Fingal: su álter ego como escritor (donde fusiona la herencia mediterránea con los mitos nórdicos). La voz del mar se expresa a través de tablas pintadas con primor de miniatura, murales en tabernas e iglesias, dibujos que parecen surgir de una ensoñación de la línea o himnos líricos repletos de metáforas. Recordemos, simplemento su Habitación de un viejo marinero, un cuadro excepcional. En los últimos tiempos elaboró con técnicas experimentales un ciclo de collages que registra como en un diario su estado de ánimo. Pocas veces un artista nos dejó el testimonio de una entrega terminal de tanta intensidad. Como en un dramático diario de despedida aparece un sentimiento premonitorio de su propia muerte. La gama de color refleja inéditas tonalidades sombrías. Un negro humo toma carta de naturaleza singularizada en esta su última entrega. Barcos que zozobran, figuras de ahogados en lucha contra el oleaje y la tormenta. Vórtices y siniestras turbulencias de un voraz maelström. Surgen mariposas por doquier en una representación del tempus fugit. Una atmósfera de vanitas que se manifiesta de forma explícita en su Pegamento de la Primavera de la Muerte fechado unos meses antes del fatal desenlace. Capítulo aparte merece su «leyenda de artista»: por algo José María Castroviejo lo llamó «multimillonario en anécdotas». La capacidad de inventiva y ágil creatividad cotidiana dejó un reguero de simpáticos episodios que trazan el itinerario de este ser iconoclasta. Urbano Lugrís/ Ulyses Fingal fallece en Vigo en la víspera de nochebuena de 1973.